Dentro del sempiterno tema del arte como inversión nos gustaría ahondar más en un aspecto que mantiene en jaque a la
comunidad internacional. ¿Puede un museo servir de tesoro público a
su país? Ante las dudas que genera entre los financieros escépticos
la posibilidad de que el arte se convierta en un activo de alto
valor, podemos recurrir al siguiente caso: durante los meses de
verano, la ciudad de Detroit se declaró en bancarrota. Los
acreedores exigían el pago de las deudas a un ayuntamiento declarado
técnicamente insolvente.
Ante la incapacidad de conseguir los 13.500
millones de euros que adeudaba, empezaron a surgir otras soluciones
que partían de instituciones culturales. Para Kevyn Orr,
administrador de emergencia en Detroit, una de las posibles
soluciones sería valorar la colección de DIA (Detroit
Institute of Arts) e intenta liquidar las piezas que pertenecen a la
ciudad y no tienen ninguna cláusula restrictiva derivada de la
donación. Algunos expertos están poniendo ya cifra a este supuesto
que aliviaría en unos 2.000 millones de euros las cuentas de la
ciudad.
Ahora bien, lo que para unos es un balón de oxígeno, para
otros es una amenaza a medio e incluso corto plazo, sea por razones
de índole económica -vaciar de contenido una de las principales
atracciones para el turismo en la ciudad con más de 600.000 visitas
anuales- como por motivos históricos -muchos teóricos mantienen la
posición de que una generación de políticas depravadas y
especulativas no puede ser socorrida por los maestros de la Historia
del Arte-. El debate sigue candente y en los próximos meses
asistiremos a una resolución que dejará insatisfechos a una parte y
que seguramente perjudicará la imagen ya denostada de Detroit.
Equipo de Tas&Do.