martes, 28 de agosto de 2012

DAME PAN Y DIME ARTISTA




Dejé escapar una noticia de esas que bajo un título aplastante, esconden una teoría tan evidente como polémica. La misma sensación me causa cuando descubro que alguien ha inventado un artilugio que hacía años necesitaba pero nunca había llegado a adivinar como el cuelga-bolsos portátil, por poner un ejemplo. Se trata de un artículo publicado en El País, con fecha de 21 de marzo -reconozco que ha llovido demasiado-, escrito por Fietta Jarque. Bajo el título: ¿Es la enseñanza de arte un fraude? se narraba la conferencia que el profesor y artista Luis Camnitzer ofreció en la madrileña galería de arte Romero & Parra. El argumento defendido por el artista conceptual de origen uruguayo dinamitaba los cimientos de la educación profesional del arte ya que -en su opinión- la mayor parte de instituciones de enseñanza concebía el aprendizaje de un artista a partir de las técnicas de artesanado tradicional. Dicho así, efectivamente, parece que el artista en potencia esté nadando a contracorriente si atendemos al divorcio que el arte contemporáneo ha firmado con los procesos de manufactura. 



Pensar en las conexiones antes que crear productos debería ser la finalidad del sistema de enseñanza, en opinión de Camnitzer. Pero ciertamente este sistema, poco o nada, puede servir al sistema económico establecido en torno a la formación artística. El negocio es la enseñanza por la enseñanza, de ahí que a nadie se  le ocurra lanzar la voz de alarma ante el depauperado programa. La mayoría de los alumnos que salen de universidades de arte se convierten, a su vez, en profesores y solo una minúscula parte llega a vivir de las ventas de sus propias obras. Ante esta controvertida tesis, Fietta Jarque apunta una conclusión que cae como la manzana de Newton. ¿Porqué ha seguido viviendo este artista y profesor de la Universidad de Nueva York de un sistema que consideraba epidémico? La respuesta es que el profesor ha sido uno de esas raras avis que luchan desde dentro. Vamos, exactamente igual que cuando un premiado está en contra de la Academia que le ha elegido y no asiste a la ceremonia en símbolo de protesta pero deja el número de su cuenta bancaria para que le hagan el ingreso. 



En realidad estoy de acuerdo con el discurso del profesor, aunque critique esa incoherencia práctico-teórica. La mayoría de artistas que conozco viven en continua búsqueda del arte, se retroalimentan de cada experiencia, hacen excesos y muchos sacrificios para conseguir subsistir día a día e impedir que el consumismo les aparte de su verdadera profesión. Enseñar arte no se parece en nada a instruir en matemáticas porque no hay leyes exactas. Y sobre todo cuando hablamos de lo contemporáneo. Casi parece más acorde obtener conocimientos de filosofía, física, teología o semiótica antes que conocer todos los ángulos de encaje anatómico o las mezclas de colores.  


(Imagen: Luis Camnitzer)

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