martes, 15 de septiembre de 2009


Francisco de Goya y Lucientes. La Tauromaquia, 1816. Aguatinta, punta seca y aguafuerte.

SABER VER Y COMPRAR UN GRABADO

  • por Teresa Navajas
    - Experta en mercado del arte -

    Mientras la crisis económica arremete con dureza contra el mercado artístico –bajan las cotizaciones, aumenta el número de lotes invendidos, decenas de galerías echan el cierre-, la obra gráfica previsiblemente se consolida con una firme posición en el mercado. En efecto, el múltiple se ha convertido en una alternativa económica tanto para el coleccionista ocasional como para el coleccionista iniciado que persigue grandes firmas a precios estables. A nivel de mercado, las cualidades que seducen del grabado son la gran selección de artistas, la abundancia de piezas de estimable calidad, la apariencia plástica casi original y la reducción significativa en el valor económico.

    Sin embargo, saber distinguir la calidad de un grabado no es en absoluto una tarea fácil. Porque, ¿cuáles son los criterios de valoración para una obra gráfica? En primer lugar, el índice de mayor peso es la notoriedad del artista: una pieza múltiple de Robert Rauschenberg o Andy Warhol obtendrán un valor acorde a la fama internacional de estos artistas. De otro lado, la importancia implícita de la propia obra aumentará o disminuirá el precio. A este respecto, lo extraordinaria o poco frecuente puede convertirse en un bien codiciado por los coleccionistas y, por tanto, aumentar su valor. Aunque, lógicamente, este planteamiento sólo es válido con determinados maestros; por lo general, una obra mantiene su cotización cuánto más se acerca al estilo natural de su creador.

    Los materiales y las técnicas constituyen un complejo apartado a considerar en el momento de la valoración económica. De forma general, las técnicas más frecuentes son las denominadas calcográficas: el aguafuerte, la aguatinta y la punta seca. Sólo existe una sensible variación en el precio cuando la complejidad de la técnica lo impone: la serigrafía artesanal, la litografía, la xilografía, la manera negra... Otros factores para la estimación económica podrían ser el formato o el tamaño, el estado de conservación, la temática, el año y, no pocas veces, la tirada. Con éste último aspecto, el ejemplo más sobresaliente es Francisco de Goya. Mientras que una serie de la primera tirada de 1816 puede rondar los 300.000 €, la última edición moderna que imprimió la Real Academia de San Fernando no supera los 8.000 €.

    Una serie de claves técnicas para evaluar la autenticidad de un grabado pasan por comprobar que el tiraje sea limitado, que figure la firma del autor y que la matriz (o plancha) quede inutilizada tras la impresión. Durante este examen técnico, tendríamos que fijarnos en las inscripciones: hasta el siglo XV los grabados son siempre anónimos, a partir de entonces aparecen ciertas firmas o anagramas y desde 1940 se permite incluso firmar directamente en la propia plancha. A veces, suelen aparecer algunos sellos de colecciones.

    En términos generales, las cualidades estéticas de la estampa se distinguen por la belleza, la composición y la óptima realización: líneas impecables, dominio en el entintado, buenos registros y calidad en el tipo de papel. Por último, no debemos olvidar que el mercado está inundado de falsos, facsímiles y reproducciones que en determinadas ocasiones dificultan la identificación y ponen en evidencia incluso al ojo experto.

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