martes, 13 de noviembre de 2012

FALSIFICACIONES DE OBRA DE ARTE




El capítulo de las falsificaciones es un fascinante, polémico y controvertido episodio que marca profundamente la relación entre el arte y el mercado. El falso es un fantasma que sobrevuela silencioso sobre el sector artístico-mercantil. Estamos ante la palabra prohibida que pocos se atreven ni siquiera a pronunciar porque, como si de una bruja mala se tratara, ahuyenta la intención de compra en los coleccionistas. 

En Internet, en libros especializados o en artículos sobre el tema se suelen barajar cifras y porcentajes de obras falsas en relación a obras certificadas y auténticas. Desconfíen de esos números porque están inflados o adelgazados por los interesados. En realidad, ni se sabe, ni se podría conocer a ciencia cierta el número exacto de obras falsificadas que existen en el mercado o en colecciones de arte. 

Para empezar, habría que caminar de puntillas sobre la definición de “falsificación”. Si una familia cree tener en casa una obra de Goya porque, desde tiempos inmemoriales, siempre se pensó que existía un tesoro en casa de la abuela e intentan venderla pensando que están en lo cierto, no estamos ante un caso de falsificación. Lo normal que ocurra en estos casos es que la parte interesada [el comprador] contrate a un especialista, con la intensión de revisar la catalogación. Si el experto desmonta la hipótesis de los propietarios, estos se suelen sentir aturdidos y a veces incluso engañados o temorosos de intrigas palaciegas entre el experto y el comprador. Por lo tanto, para disipar dudas, si usted cree tener una gran pieza en casa, contrate a un experto antes de ponerla a la venta. 

Es falsificación si el propietario de la obra, a sabiendas de la inexactitud y simulación en la identidad del autor, intenta colar la pieza en el mercado. Normalmente, este tipo de timos se suelen filtrar en operaciones privadas entre particulares porque es difícil -pero no imposible- pasar una obra falsa al mercado profesional. 

En un porcentaje altísimo de casos, la obra falsificada se aprecia a simple vista a los ojos expertos de un buen conocedor en Historia del Arte. La mayoría de las obras que intentan pasar por piezas de grandes maestros están mal resultas técnicamente. Explicado de una forma metafórica: supongamos que sale a la luz un manuscrito de versos inéditos de Lorca, puede que los poemas allí contenidos no sean de una gran calidad artística pero jamás contendrán faltas de ortografías. Ocurre lo mismo con una falsificación, Velázquez pudo pintar una obra de escasa calidad artística o estética pero jamás habría cometido errores morfológicos, como no saber resolver un escorzo, no realizar una perspectiva simple o no encajar una figura en el ambiente pictórico. 

Dicho esto, existen obras tan bien replicadas que hay que recurrir a los máximos estudiosos de cada autor para salir de dudas. Ponerse en la mente del falsificador es la clave para descifrar el acertijo, en primer lugar, el falsificador nunca va a replicar una obra conocida, son escasos los casos en los que se atreve de pintar una obra desaparecida y tampoco hará un tema que esté fuera de su iconografía. Por extensión, el falsificador rebuscará entre las escenas preferidas del ideario del pintor: Joaquín Sorolla - escenas y paisajes de mar; Murillo - Inmaculada; Zurbarán - galería de santas, por citar algunos. 

Noticias relacionadas:

Cae una red que falsificaba obras de Goya y Picasso, en El País, 8 de julio de 2012.

La Policía interviene 47 falsificación de Dalí. (Ver vídeo)



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